Ni en casa, ni en la oficina: a trabajar en remoto al ‘tercer espacio’
El trabajo híbrido ofrece más opciones que las sedes corporativas o tu propia casa. Wifi, un celular, y una computadora o tablet es todo lo que necesitas. Todos sabemos que debido a la pandemia, se le dio una vuelta de tuerca al trabajo en remoto o desde casa. Se le llama “tercer espacio” a aquellos lugares que podemos usar para trabajar como alternativa a los habituales como la oficina o tu propia casa. Ejemplos de estos son un aeropuerto, una cafetería, el lobby de un hotel, jardines públicos o un coworking.
Este concepto no se limita al hecho de disponer de un lugar físico en el que se pueda desempeñar una actividad laboral. También tiene sus condiciones sociales. El tercer espacio abarca todos aquellos lugares donde se puede ir a trabajar o reunirse, pero que, al mismo tiempo, también ofrecen la posibilidad de otros usos y dinámicas, como espacios de encuentro, socialización o aprendizaje. En definitiva, compartir.
El tercer espacio tiene mucho que ver con una nueva mirada de entender la cultura laboral. Las nuevas generaciones de trabajadores están buscando entornos de trabajo atractivos y colaborativos. Quieren tener flexibilidad no solo horaria, sino también presencial.
El equipamiento básico de un tercer espacio no es muy exigente. En un momento puntual, wifi y un dispositivo portátil es todo lo que un trabajador necesita para redactar un informe y enviarlo por mail. Pero, si lo que se busca es algo más permanente y productivo, se necesita algo más. Las nuevas tecnologías traen consigo nuevas herramientas de trabajo remoto que facilitan la coordinación de equipos y el trabajo en red. Desde bases de datos en red sincronizadas, a aplicaciones orientadas a la planificación y organización de tareas, que permiten a todo el equipo compartir proyectos, objetivos y plazos. Aunque la verdadera clave del éxito de un equipo que no comparte el mismo espacio físico está en la mentalidad para trabajar desde cualquier lugar. Es necesaria mucha comunicación y confianza, porque del contacto humano y la colaboración nacen las mejores ideas.
En un contexto covid-19, en el que la flexibilidad es lo que domina, el tercer espacio se antoja como una opción cada vez más usada. Las empresas son entes vivos, que cambian sus necesidades de contracción y ampliación o reducción del equipo en función de la evolución de sus resultados y estrategias. Esas fluctuaciones se gestionan mejor dentro de una cultura de trabajo mixto, presencial-remoto, en la que las empresas utilicen recursos de terceros de forma temporal para cubrir esas necesidades adicionales, ya sean puntuales o semipermanentes, con un coste operativo menor.
Esta nueva forma de trabajar permite a empleados y colaboradores operar remotamente desde cualquier sitio algunos días de la semana. De esta manera, las empresas reducen el riesgo de contagio, al bajar la densidad de ocupación de sus instalaciones propias. Así, se evitan desplazamientos innecesarios a la oficina, lo que lleva aparejados beneficios colaterales en forma de mayor eficiencia en el transporte, reducción de los tiempos de desplazamiento y los niveles de contaminación o mejora en la conciliación de la vida personal y profesional.
Los espacios de coworking han sido la salvación para muchas empresas y trabajadores durante estos meses. Estos negocios han visto como a su clientela estándar emprendedor y micro pyme que tiene ahí su sede operativa, se ha sumado una nueva tipología de usuarios procedentes de empresas más grandes, que cuentan con dependencias propias pero encuentran en el coworking una alternativa más. Las compañías se han dado cuenta de que sus empleados pueden rendir lo mismo en un coworking que en su propia sede.
Muchos teletrabajadores prefieren la opción de acudir a uno de estos espacios de trabajo colaborativo a la de trabajar desde sus casas. Bien porque en estas no se dan las condiciones adecuadas para habilitar un home office, bien por la dificultad de concentrarse si hay niños pequeños o ruidos alrededor, o, simplemente, por la necesidad de interaccionar con otros seres humanos durante las largas jornadas laborales.
Los terceros espacios pueden estar en lugares externos a la oficina tradicional, pero también dentro de la propia empresa que optimiza espacios en desuso para promover la colaboración y socialización. Banco Santander, por ejemplo, ha transformado parte de algunas de sus sucursales en Work-Cafés, en los que emprendedores, profesionales y clientes del banco pueden acudir a realizar gestiones, asistir a pequeños eventos o celebrar reuniones.
Pero si hay una empresa a la que cabe atribuir el crédito de popularizar el concepto de Work-Café, esa, probablemente, es Starbucks. Antes del aislamiento, entrar en una de sus cafeterías ya era lo más parecido a hacerlo en la redacción de un diario, solo que con mejor interiorismo, butacas más cómodas y un delicioso olor a café en el ambiente.

Starbucks
La multinacional ha hecho de esa condición de tercer espacio una de sus señas de identidad. Muchos de sus clientes van casi a diario a trabajar unas horas a nuestras tiendas, mientras disfrutan de su café mañanero. Los que ya no tienen oficina y siguen teletrabajando, en muchas ocasiones eligen partir su jornada laboral y trabajar la mitad del día desde las cafeterías. ¿La clave para que los clientes elijan un Starbucks no solo para tomarse un buen desayuno? La empresa lo tiene claro: «Ser para ellos ese tercer lugar o espacio en el que se sienten cómodos y bien acogidos en cualquier momento del día o de la semana».