Sub-25: Emprender sin permiso
Jóvenes que emprenden en medio de la incertidumbre
En un país donde la incertidumbre parece ser la regla y no la excepción, los jóvenes argentinos menores de 25 años decidieron no esperar a que alguien más les abra las puertas: las están construyendo ellos mismos. Emprenden desde sus casas, en cafeterías, en coworkings improvisados o incluso desde un celular. Y lo hacen con una mezcla de audacia, creatividad y resiliencia que sorprende hasta a los más experimentados.
Lo que antes era un terreno dominado por adultos con experiencia y capital, hoy se llena de caras jóvenes que desafían las reglas del juego.
Una generación marcada por la crisis
Crecieron escuchando hablar de corralitos, inflaciones, defaults y crisis cambiarias. Lejos de paralizarlos, esa realidad los entrenó para adaptarse rápido y buscar soluciones creativas.
“No podemos esperar a que el país mejore para empezar a hacer algo. Si esperamos, perdemos años”, dice Martina, de 22 años, que creó una tienda online de accesorios de moda con materiales reciclados.
Su negocio comenzó en Instagram, pero hoy ya vende en toda la región a través de plataformas de e-commerce. Estos jóvenes no ven a la crisis como un obstáculo, sino como el terreno natural en el que aprendieron a moverse.
Emprendedores digitales por naturaleza
La diferencia más evidente con generaciones anteriores es la relación con la tecnología. Para ellos, lo digital no es un recurso: es su idioma nativo.
Desde chicos editaron videos, vendieron en Mercado Libre, usaron redes sociales y aprendieron inglés mirando tutoriales en YouTube. Esa familiaridad les dio herramientas para crear negocios con muy poca inversión inicial.
- En Buenos Aires, un grupo de estudiantes de sistemas lanzó una app que conecta a pequeños comercios de barrio con clientes de su zona.
- En Tucumán, dos hermanos desarrollan videojuegos educativos que ya usan escuelas primarias.
- En Rosario, una joven de 19 años da talleres online de ilustración digital a estudiantes de toda Latinoamérica.
Pasión y propósito, más allá del dinero
A diferencia de otras generaciones que asociaban emprender con “hacerse rico”, muchos de los sub-25 ponen el foco en el propósito. Quieren que sus proyectos tengan impacto social, ambiental o cultural.
“No me interesa tener el auto del año. Me interesa saber que con cada ladrillo estamos dando techo a alguien que lo necesita”, afirma Facundo, 23 años, creador de una startup que convierte residuos plásticos en ladrillos ecológicos.
Ese cambio de paradigma marca una nueva forma de concebir el éxito: ya no es solo económico, sino también personal y colectivo.
Los ecosistemas que los sostienen
El auge de incubadoras, concursos de innovación y programas de universidades también les dio impulso. Existen hackatones, maratones de ideas y pitch nights donde estos jóvenes prueban sus proyectos, reciben mentorías y, a veces, hasta consiguen financiamiento.
Además, las redes sociales cumplen un rol clave: permiten validar ideas en tiempo real y llegar a públicos que antes eran inaccesibles. Con un buen reel de TikTok o una campaña viral en Instagram, un emprendimiento puede escalar en semanas.
Obstáculos que no los frenan
Claro que no todo es entusiasmo. Los sub-25 enfrentan trabas concretas:
- Falta de acceso a créditos o capital semilla
- Prejuicios de clientes o inversores que desconfían de su juventud
- Escasa experiencia administrativa y contable
Pero la mayoría compensa esas carencias con velocidad de aprendizaje y una red de pares que se retroalimenta.
“Aprendemos todo en YouTube o preguntando en comunidades online. Es ensayo y error, pero nunca paramos”, explica Sofía, 21 años, fundadora de una marca de cosmética artesanal.
El futuro que ya está en marcha
Más que proyectos aislados, estos jóvenes representan un movimiento. Son la muestra de que emprender no es solo abrir una empresa: es una forma de vida, una manera de no quedarse quieto en medio de la incertidumbre.
En ferias, en eventos de tecnología y hasta en mercados barriales, cada vez hay más stands atendidos por chicos que, con una sonrisa tímida pero una convicción enorme, cuentan la historia de su idea.
Ellos no saben si en cinco años estarán en Argentina o en otro país, si tendrán éxito o habrán fracasado. Lo único que saben es que el tiempo de esperar ya pasó. Y que, en medio de la crisis, son ellos quienes están escribiendo las páginas más frescas e inspiradoras del nuevo emprendedurismo argentino.
“No estamos esperando el futuro. Lo estamos creando, aunque sea a los tropezones. Porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”, resume una joven programadora de Mar del Plata que a sus 20 años ya tiene una startup de software educativo.