Los mejores lugares para visitar y conocer San Juan

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Si estás planificando un viaje a la provincia cuyana, lo primero que tenés que saber es que hay muchas cosas para hacer en San Juan. Hay muchos más lugares para visitar que el famoso “Valle de la Luna” por lo que necesitás varios días (o semanas) para recorrerlos, o bien relajate y pensá en dejar lugares por conocer para un segundo viaje. 

Durante nuestros días en San Juan buscamos la forma de recorrer la mayor cantidad de lugares posible. Así fue que afortunadamente podemos decir que conocimos los principales atractivos turísticos de la provincia, casi sin quedarnos puntos por recorrer.

VALLE FÉRTIL Y EL PARQUE PROVINCIAL ISCHIGUALASTO (VALLE DE LA LUNA)

Cualquiera que visite la provincia de San Juan debería visitar el Parque Provincial Ischigualasto. Sin dudas es un lugar especial, de esos que te marcan, de esos que no te podés olvidar. Ischigualasto está en el límite noreste de la provincia, a 330 kilómetros de la ciudad de San Juan y a 75 km de San Agustín del Valle Fértil. San Agustín es el pueblo en dónde tenés que hacer base para ir a visitar el parque. 

Nosotros pasamos tres días en Valle Fértil de los cuales dedicamos un par a descansar y recorrer el valle y uno a visitar el parque. Al viajar con la peque, de 8 meses, preferimos hacer todo a un ritmo tranquilo respetando sus tiempos y no forzándola a pasar demasiado tiempo en la sillita del auto. Si no te sobra el tiempo, con pasar una noche en el pueblo, alcanza para ir, recorrer el Ischigualasto y volver sin problemas.

El Parque Provincial Ischigualasto es Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad -junto con su hermano, el Parque Nacional Talampaya, en La Rioja-. En sus tierras puede verse, como en pocos lugares del mundo, el rastro de más de 220 millones de años de historia. Varios hallazgos paleontológicos fueron un aporte valiosísimo a la humanidad. Dinosaurios del período triásico han habitado estas tierras que tienen un aspecto poco habitual. La sensación es estar caminando por otro planeta. De ahí el famoso apodo de “Valle de la Luna”. Es común divisar formas extrañas moldeadas por el viento. El ojo humano, poco permeable a la novedad, tiende a asociarlo con formas de cosas conocidas. Así aparecen los nombres de algunos de los puntos más salientes del recorrido: El submarino, La esfinge, El hongo, La cancha de bochas y algunos más que cada algún tiempo, por acción del viento, va cambiando e incluso desapareciendo. Los paisajes que vemos ahora no eran así porque la vegetación era la de una selva, porque los volcanes no habían erupcionado, ni el viento había erosionado la arcilla y había lagos y ríos. Esta extensión es testigo de todos esos cambios. Los investigadores y los guías nos contaron que es “el único lugar en el mundo que posee la secuencia completa de sedimentos continentales del período Triásico”. Conocer eso hace que el recorrido de 40 km por el parque sea no solo impresionante sino también interesante y educativo.

El Parque es inmenso y no es posible recorrerlo en su totalidad, solo una parte está abierta al público, el resto solo está accesible para investigadores. La forma de recorrerlo es mediante una visita guiada en auto que tiene un costo de AR$ 450 la entrada general. Cada una hora, caravanas de autos particulares entran al parque para hacer un recorrido de más de 40 kilómetros en el que se observan diferentes atractivos. Pasando en limpio, el Parque Ischigualasto se puede recorrer solo en vehículo, o sea, o vas en auto propio o contratás una excursión que te lleve. Si sos muy guapo, podés ir a dedo hasta el Parque y quedarte en el auto de quienes te hayan levantado para hacer la visita.

Un guía del parque viaja en el primer auto de la caravana y es el encargado de dar las explicaciones en cada punto. El recorrido dura aproximadamente tres horas y cuenta con cinco paradas, que mejor que describirlas es mostrarlas así que acá van las fotos de lo que te encontrarás en cada parada.

La visita a Ischigualasto se puede articular con la visita el Parque Nacional Talampaya, en La Rioja, ya que quedan muy cerca; aproximadamente a una hora. Algunos recorren ambos parques en el mismo día, lo que no es una locura si se cuenta con auto, se empieza temprano el día y se tiene mucha energía. Y si no se tienen hijos de menos de 1 año, claro. Este último fue el motivo por el que nosotros preferimos dejar Talampaya para otra oportunidad.

Más allá de Ischigualasto, si dedican algunos días a parar en San Agustín hay algunas opciones interesantes. Principalmente todas en torno a recorrer el valle. La típica es ir al costado del río, algunos mojan los pies, otros bajan las reposeras. Todos toman mate. 

Otra es explorarlo un poco más, esto es adentrarse en auto o en bici algunos kilómetros para ver cómo se va cerrando el valle y las montañas se juntan con el río. Es un paisaje muy tranquilo de buena vegetación, ideal para relajarse. Hacia la izquierda, si van a fondo por el valle, a los 7 km encuentran el pequeño pueblo de La Majadita. Famoso por sus tejedoras, que en horario del mediodía no pudimos encontrar. Llegamos, caminamos un poco, nos sacamos algunas fotos en la escuela y la iglesia y emprendimos la vuelta. Si lo que buscás es tranquilidad máxima, una buena opción es dormir allí. La noche ahí debe estar totalmente libre de ruidos, luces y otras molestias mundanas.

Cerca del pueblo, hacia la derecha, hay un paredón con unos petroglifos de los pueblos originarios de la zona y un área de morteros sobre las piedras, por lo que se supone que allí había un asentamiento. Un lindo paseo para hacer con chicos, así como ir a la exposición Dinosaurios del Ischigualasto frente a la plaza principal del pueblo. 

RODEO Y EL DIQUE CUESTA DEL VIENTO

Desde la ciudad de San Juan hay que recorrer 200 km para llegar a Rodeo, un pueblo de la región cordillerana al noroeste de la provincia

Tres semáforos, un hospital, dos plazas, cinco restaurantes, ocho ferreterías, un banco, dos camping, más de una decena de hospedajes, un quiosco, dos almacenes. Eso es todo lo que recordamos haber visto a lo largo de los seis kilómetros de la Avenida Santo Domingo, la calle principal de Rodeo -y la única calle horizontal al mirar el mapa.- Empieza en la Ruta 150 y termina, también, en la 150. Siete kilómetros separan esos puntos si se recorren por la ruta, esa que costea el Dique Cuesta del Viento. Para un lado o para el otro, con la vista en la Cordillera de los Andes o en el Dique Cuesta del Viento. Para cualquier lado que uno agarre para dar la vuelta al pueblo, el paisaje es perfecto. 

Rodeo es famoso a nivel mundial por su Dique Cuesta del Viento, principalmente por ser un gran escenario para practicar deportes a vela, como kitesurf o windsurf. El tema es que nosotros las únicas velas que conocemos son las de los cumpleaños, o a lo sumo, las que prendemos cuando se corta la luz.

¿Qué hacer en Dique Cuesta del Viento si no practicás kite o windsurf? Contemplar el entorno y recibir la energía del sol. Lo podés hacer en la zona de las playas, a la que se accede por un camino que está frente a la calle Santa Lucía, una de las pocas que sale desde Rodeo hacia la Ruta 150 a la altura del dique. 

También se puede ir por la Ruta 150 camino a Jáchal hacia la zona de las Islas Griegas, un conjunto de islotes que parece que son similares a unas en Grecia. Ahí hay un mirador al que se accede a pie y en auto. Además hay bajadas desde la ruta en distintos puntos, solo hay que elegir un camino y animarse a bajar hasta casi la orilla del lago. Y, por último, se puede ir a la parte del embalse donde hay unos miradores y se puede obtener una postal del lago con la Cordillera de los Andes detrás. Igualmente, no importa mucho desde dónde se mire, porque desde todos los puntos y perspectivas el paisaje es espectacular. Quizá es un poco más, cuando el sol le da de forma oblicua el color del agua se ve de un turquesa tan intenso que parece retocado con filtro de aplicación de redes sociales

DIQUE PUNTA NEGRA Y DIQUE ULLUM

Ir a estos dos diques es quizás la forma más fácil y directa de entrar rápidamente en contacto con la naturaleza desde San Juan Capital. A unos 30 minutos del centro, detrás de un cordón precordillerano, ya se llega al Departamento de Zonda. De ahí, a unos pocos kilómetros, no más de 20, por la Ruta Interlagos, ya se accede a cualquiera de los dos diques que, pese a estar cerca uno del otro, son muy diferentes. Es un gran plan para pasar el día, incluso, aunque un poco justo, para pasar solo unas horas.

El Dique de Ullum tiene un aspecto similar al de una laguna. Está en un área llana, pese a que está enmarcado por montañas. En algunas partes se forma una playa ideal para ponerse con reposeras a tomar mate. En otras partes crecen altos pastizales que confunden el fin del agua con el principio de la costa. También es un buen punto para practicar deportes acuáticos como kayak, windsurf, jet sky y también para pescar.

En verano es “el punto” para refrescarse y pasar los fines de semana. Eso sí, los balnearios se llenan de gente que busca escapar del horno en que se transforma la Ciudad de San Juan. También en los alrededores del Dique de Ullum se pueden hacer actividades como caminatas, trekkings o ciclismo.

Nosotros fuimos un par de veces, siempre a la hora del atardecer. Momento muy recomendable porque el sol se pone sobre la cordillera y como si eso fuera poco, genera un efecto de espejo sobre el agua que te corta la respiración. Sin embargo, quizás porque no le dedicamos el tiempo suficiente, el Dique de Ullúm no nos deslumbró.

El que se robó nuestro corazón fue el Dique de Punta Negra. A 30 kilómetros del de Ullum nos encontramos con un espejo de agua encastrado directamente en la montaña. De hecho, el primer contacto visual que se tiene con el dique cuando se llega es desde arriba. Allá lejos hacia abajo se encuentra el agua, lo que hace que se tenga una perspectiva general impactante. Alrededor del lado sur del dique existen diferentes paradores y puntos de observación en dónde se puede ir estacionando, sacando fotos, contemplar los diferentes ángulos e incluso picar algo o tomar un café.

En un punto, casi donde termina el camino y no se puede avanzar más, existen dos paradores, Puerto Aventura y Punta Negra, en dónde la oferta gastronómica es un poco más amplia. Desde este lugar se accede al embarcadero en donde se puede montar un pequeño barco y hacer un lindo paseo de una hora por el dique. Nosotros lo hicimos en plan familiar y estuvo bueno. La peque miraba para todos lados, suponemos que sin entender mucho qué era eso de estar andando por el agua. Nosotros, escuchábamos atentos lo que contaba el guía respecto a la historia y la importancia de la construcción del dique para la provincia y su provisión de agua potable

Lago del Dique Punta Negra con vista a la cordillera.

Una de las grandes ventajas que tienen estos dos diques en términos turísticos es que desde San Juan capital se puede llegar en colectivo (bus urbano, para los no argentinos) de línea. Te tomás en el centro el 129 o el 29 y alrededor de 45 minutos después te bajas en alguno de estos diques. De yapa, el paisaje hasta llegar ahí te da ganas de no bajarte nunca, igual bajate que lo que vás a ver en los diques es todavía más lindo.

BARREAL Y EL PARQUE NACIONAL EL LEONCITO

Cerquita de la Cordillera de los Andes, en la zona sudoeste de San Juan está Barreal, encastrado en el Valle de Calingasta. Barreal es un pueblo para enamorarse. Sin ser tan pintoresco ni colonial, Barreal tiene en sus alamedas y largas calles un aire especial. Al estar entre la pre-cordillera y la Cordillera de los Andes, tenés montañas para todos los horizontes. Y no solo eso, los picos de la cordillera son de esos imponentes, que llaman la atención, que se ven desde cualquier lado. El Cerro Mercedario es el pico que se destaca, pero también acompaña la Cordillera de Ansilta, con siete picos; y a lo lejos, bastante a lo lejos, se puede ver el pico del Aconcagua, el techo de América. 

El mejor punto para ver esta postal de picos nevados en fila es el Mirador del Cóndor Andino, que está en el mismo pueblo, al costado del Río de los Patos. Este río, que cuando fuimos nosotros tenía algo bajo el caudal, corre paralelo al pueblo y le da un marco especial a la cordillera, como si lo necesitara.

A 30 kilómetros al sur de Barreal se encuentra su principal atractivo turístico. En realidad son dos, pero están al lado, casi tanto que se confunden entre sí.

Por un lado está la Pampa del Leoncito, también conocido como Barreal Blanco. Este barreal, que da nombre al pueblo, es una superficie plana, que alguna vez fue una laguna. Su tierra agrietada da la sensación de que en cualquier momento se abrirá, pero eso no ocurre. La inmensidad del barreal choca con la cordillera. Es un gran lugar para sentirse totalmente insignificante y también para hacer carrovelismo ya que en La Pampa del Leoncito el viento sopla como si fuese la última vez.

Pegado al Barreal Blanco se encuentra la entrada al Parque Nacional El Leoncito. Es un Parque no tan conocido a nivel turístico, pero que tiene varios atractivos interesantes y además es gratuito. Uno de sus fuertes es que está situado en un lugar en donde, dicen, están los cielos más despejados del mundo. Obviamente cuando fuimos nosotros estaba nublado, ojalá tengan mejor suerte. 

La cuestión es que dentro del parque se encuentran dos observatorios astronómicos: el Félix Aguilar (anteriormente conocido como CESCO) y el CASLEO, que son de gran relevancia a nivel mundial. Recomendamos hacer las visitas nocturnas para desde los observatorios poder ver más estrellas que las que se imaginan que existen. Una aclaración, si bien los observatorios están dentro del Parque, no dependen de la misma administración, los observatorios son gestionados por el CONICET el CASLEO y por la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de San Juan el Félix Aguilar. Esto es bueno saberlo a la hora de consultar y coordinar las visitas con anticipación, principalmente porque los horarios no siempre coinciden entre sí y los números de contacto son diferentes. De hecho, a nosotros nos costó mucho encontrar información precisa sobre las visitas guiadas. 

De día también está bueno visitar el Parque Nacional El Leoncito. Hay varias caminatas, senderos, miradores y cascadas en un entorno de montaña que no es tan común ver en la provincia. El parque está en medio de montañas cerradas, entonces uno se va metiendo como en pequeños cañadones y se siente abrazado por las diferentes formas montañosas. No es el típico paisaje de montaña imponente e inmenso, sino que todo parece más compacto. También se puede ver un viejo casco histórico de la estancia que precedió al Parque Nacional. Imaginar cómo pudo haber sido la vida en esa estancia es un gran ejercicio mental.

Nosotros fuimos en medio de una nevada, por lo que mucho no pudimos hacer, tampoco es que nos quejamos de la nieve ni del paisaje que nos regaló, solo que fue un paseo fotográfico desde el auto. Ojalá algún día podamos volver a recorrerlo mejor y caminarlo un poco más.

Volviendo al pueblo de Barreal desde el Parque se encontrarán con históricas construcciones que en su momento fueron pulperías. Todo se magnifica cuando te enterás que desde esta zona, San Martín, emprendió el cruce de los Andes hacia Chile. Pensar que uno se puede estar tomando un chocolate caliente, en el mismo lugar en que Don José planificó la liberación de media América Latina es, al menos, fascinante.

Si quieren profundizar la sensación de viaje en el tiempo, desde Barreal pueden ir a Tamberías, que queda a unos 20 kilómetros para el norte. Es un pueblo muy bien conservado que tiene varias cuadras de fachadas en perfecto estado y empedrado de época.

¿Cómo llegar a Barreal desde San Juan Capital? Si bien Barreal está a la misma altura que San Juan Capital, solo que más al oeste, la forma de llegar no es tan directa. Hay que ir camino a Calingasta, es decir, desde San Juan, al norte por la 40, luego en Talacasto hay que tomar la 149 primero cruzando la precordillera hacia el oeste, y luego en Calingasta hacia el sur. El viaje en auto dura unas tres horas y es un espectáculo en sí mismo.

En este camino, si van con tiempo podés parar en el Cerro Alcázar, un poco al sur de Calingasta. Es un particular cerro de formas extrañas y colores variados. Su facha lo convirtió en Monumento Natural de la provincia de San Juan y también en sede el Concierto de las Américas, un espectáculo musical que se hace todos los años ahí por ser un anfiteatro natural.

SAN JUAN CAPITAL

Como toda Ciudad Capital, San Juan tendrá sus vicios. Sin embargo, nosotros, que la habitamos seis meses decimos que es una de esas ciudades que guardan un lindo equilibrio entre lo que se espera de una ciudad y un espíritu de pueblo. En San Juan se duerme la siesta, los comercios cierran a la tarde, difícilmente haya problemas de tránsito, los transportes van con un número razonable de personas, es limpia, con veredas anchas, no tenés que esperar para sentarte a comer. Además casi desde cualquier punto se puede ver las montañas. 

Vista desde El Campanil

Ahora bien, todo esto probablemente no lo haga particularmente atractivo para visitar. Son cuestiones que tienen más que ver con el “vivir” la ciudad que con “visitarla”. Y ese es quizás un punto a mencionar. San Juan nos encantó para vivir. Pero no nos parece que sea una ciudad que tenga grandes atractivos turísticos. En otras palabras -más directas-, no le diríamos a nadie que vaya solo a la ciudad de San Juan a pasar unos días en plan turístico. Sin embargo, como la provincia tiene tanto para conocer, es inevitable que cuando la visites desde lugares lejanos, pases al menos una noche. En ese caso te decimos que si tenés unas horas o algún día, lo dediques a la ciudad. Cortito y al pie:

Teatro del Bicentenario
El Campanil
Bodegas y/o viñedos
Casa Natal de Sarmiento
Museo Don Julio
Parque de Mayo

LA RUTA DEL VINO

No vamos a descubrir nada si decimos que los vinos sanjuaninos son de los mejores del país. No somos expertos, pero tampoco hay que ser unos genios para darse cuenta. Varias de los principales viñedos y bodegas del país están en los valles sanjuaninos. Los viñedos te llenan las ventanas para cualquier lado que vayas a medida que te alejas del centro

Es cierto que Mendoza está mucho mejor posicionado y goza de otra fama (perdón sanjuaninos pero así es), pero eso no quita que en San Juan se pueda ver de cerca el proceso de elaboración de diversos vinos de renombre internacional. Desde la vid hasta la copa.

La Ruta del Vino es el nombre que se le da a un recorrido enoturístico que se potencia increíblemente con los paisajes de la región. Los grandes valles vitivinícolas de la provincia tienen extensiones que alcanzan a cubrir prácticamente todo el territorio. Son los Valles de Ullúm-Zonda, Calingasta, Valle Fértil, Pedernal y Tulum. Por eso, casi todos los atractivos que describimos arriba se pueden combinar con una visita a una bodega, así que reservate un tiempo en cada destino para ir de pasada a algún viñedo y llevarte unos vinos. Lo que sí nada de alcohol para manejar por favor.

LA RUTA DEL OLIVO

El olivo, es otro cultivo típico de San Juan. Y acá si no tenemos dudas, estamos hablando de los mejores aceites y aceitunas del país. Al menos hasta que alguien nos demuestre lo contrario.

Incluso el sanjuanino promedio tiene una relación cercana con estos productos. Es común encontrar productores pequeños y diríamos hasta hogareños de aceite de Oliva. Siempre teníamos algún conocido para comprarle. Así fue que consumimos más aceite de Oliva en seis meses que en toda nuestra vida. 

En comparación con La Ruta del Vino, La Ruta del Olivo es un poco más acotada en términos geográficos. Esta se desarrolla en los departamentos de Pocito, Rivadavia y Capital. Básicamente se trata de nueve establecimientos que producen aceitunas y aceite de oliva. Lo lindo de estos recorridos, es que uno prueba sabores únicos, pero además entiende el proceso de elaboración, conoce sobre las bondades y potencialidades de los productos y se lleva una experiencia riquísima en todo sentido.